Siempre he pensado que lo que haces con el corazón alcanza el corazón de los demás, y que tarde o temprano la vida te dará lo que mereces.

La vida es imparcial, ni está en tu contra ni a tu favor. Eres tú y lo que piensas y lo que haces y lo que dices y lo que creas lo que hace que tu vida sea mejor o peor.

El valor de una vida no se mide por el renombre o el dinero adquiridos, sino por la cantidad de amor que intercambiaste en el camino, por el número de personas que fue feliz gracias a ti y por lo que fuiste capaz de conseguir con lo que se te dio. Esa es la medida real.

La propia vida castiga a quienes construyen su felicidad con la infelicidad de los demás. A pesar de las apariencias, a pesar de que tú creas que no es así... la vida siempre se cobra la pieza.

Y luego llega ese momento de tu vida en el que dejas de ser la persona complaciente que siempre fuiste con todos y envías a unos cuantos al infierno. Y te sorprendes en haber tardado tiempo en hacer algo que te hace sentir tan bien.

Sonríele a la vida y la vida te devolverá esa sonrisa. Gruñe, y gruñidos a cambio tendrás. La vida es un eco de nuestra actitud y de nuestro ánimo. Recibimos lo que previamente entregamos, y creo que es un trato justo.

No siempre todo sale como queremos, pero lo importante es seguir creyendo en que la vida, tarde o temprano, algo hermoso nos reserva. Ahora solo trata de no perder la calma.

La vida ama a los que se enamoran de ella y maltrata a los viven en permanente queja y clamando al mundo su mala suerte. Aprecia vivir.

Las cosas rara vez funcionan en el orden en el que tu mente cree que deberían ocurrir. Deja a la vida que establezca su propia secuencia.