Dicen que cierto anfibio se cocina a fuego lento, ya que carece de la capacidad para darse cuenta del gradual cambio de temperatura, que lo termina matando. Algo así debe habernos pasado como sociedad también. Porque el mar que era Internet se ha ido calentando, tomando punto de ebullición, y lo tomamos como algo normal.

La gran mayoría de las personas no tiene ni idea de la supercomputadora que lleva en el bolsillo.

Quizás por apuntar tanto con el dedo inquisidor, es que no nos da el tiempo de tipear en un teclado, o deslizar el dedo en una pantalla, para compenetrarnos un poquito y aprender el significado de lo que decimos.

¿Revolución? el día que votemos por Internet las leyes que nuestros gobernantes dejan cajoneadas juntando polvo y telarañas, podremos hablar de una verdadera revolución.

Internet, finalmente, demuestra ser como tantas otras herramientas en la historia de la humanidad. Un hacha puede servir para cortar y construir, o para la guerra. Asimismo, la tecnología que usaban los V2 nazis no difiere mucho de la que llevó al hombre a la Luna. Como siempre, el fiel reflejo del creador se ve en los usos que le da a sus creaciones.

Pensemos por un momento en los pergaminos del mar muerto, guardados allí por 2000 años. O en los hallazgos arqueológicos egipcios de hace… ¡7000 años!, y luego consideremos que un disco rígido actual no aguanta más de 100 años con su información.

¿Quién es el Víctor Frankenstein de Internet? Quizás al ser un ente tan descentralizado y en constante progreso, podríamos acordar diciendo que todos nosotros, sus usuarios, lo somos un poco.