El tiempo, casi siempre, está del lado del periodismo.

Las dos Españas. Era una división que llevaba décadas siendo la coartada perfecta para que los partidos que representaban a cada bando ignoraran el interés general, se entregaran al clientelismo para beneficiar a sus fieles y eludieran cualquier regeneración. ¿Para qué, si el origen de todos los problemas estaban en el bando contrario?

No podíamos seguir despidiendo a quienes generaban el contenido, mientras en La Segunda se mantenían los privilegios y las estructuras que tanto habían contribuido a nuestra decadencia.

Viéndolos levantarse contra el opresor, dejando atrás el miedo que les ha atenazado, tengo que hacer un esfuerzo por recordar que he venido a cubrir la revuelta, no a unirme a ella

La separación radical de la opinión y la información era un concepto que chirriaba en la prensa nacional, que las mezclaba sin rubor

El columnismo español llevaba años viviendo por encima de sus posibilidades, aferrado a la época en la que los grandes maestros, con Francisco Umbral a la cabeza, escribían genialidades literarias que no decían mucho, pero arrastraban a los lectores al quiosco.

Más que un periódico, parecíamos un ministerio.

En política el fuego más letal es siempre amigo.

Puedes hacer el mejor periódico del mundo y no habrá servido para nada.