El amor verdadero no tiene nada que ver con la violencia.

La mayoría de los agresores sexuales no son extraños a la víctima, al contrario de lo que se piensa o transmiten los mitos urbanos, pertenecen al círculo familiar o de amistades que la rodean.

En el mundo en que vivimos, cada vez es más común, lo que en algún momento era simplemente excepcional. Los hechos de violencia entre parejas son asumidos por muchos como si fuera algo cotidiano y hasta esperable. Pero, nunca, bajo ninguna circunstancia la violencia es la salida.

Los conflictos son inevitables. Sin embargo, la agresión si se puede evitar. Aprender a ser asertivo, es decir, comunicar sin ofender, agredir ni humillar es una necesidad enorme, especialmente entre aquellos que vieron modelos totalmente diferentes.

La violencia de género se suscita especialmente en aquellos lugares donde se afirma que la mujer “debe” por el hecho de serlo, recibir determinadas conductas como parte de su ser “mujer”... en otras palabras, no le queda otra que aceptar dicho trato porque su condición sexuada así lo exige.

Utilizar una conducta violenta es un comportamiento aprendido, que se elige. La persona que hace la elección de usar la violencia es totalmente responsable de sus consecuencias, sin importar la provocación o la respuesta de la víctima.