El hogar debe siempre sentirse como un lugar de refugio para todos los que viven en él.

Dios no creó la relación matrimonial para que se establezca una tensión de supremacía e inferioridad, sino para que el varón y la mujer vivan en unidad.

Es claro que desde un comienzo existen dos sexos, distintos, creados para la comunión. Cada vez que se intenta una designación de derechos discriminatoria de uno y otro sexo se transgrede el verdadero sentido que tiene el mensaje del Génesis, que pone el énfasis en igualdad de derechos y deberes. Tanto a uno como otro sexo se le dio la bendición de ser imagen de Dios y a ambos la responsabilidad de señorear y sojuzgar.

Cuando se faltan el respeto mutuamente, o cuando uno de ellos respeta y el otro no, entonces, los días de esa pareja están contados. Tarde o temprano terminarán haciéndose daño al grado que resquebrajarán su relación, en algunos casos irremediablemente.

La rutina es una de las trampas más comunes para el fracaso matrimonial.

Es muy difícil, sino imposible, que una pareja no tenga en algún momento desavenencias que provoquen discusiones o conversaciones tensas. Es parte de la dinámica de ser personas, el tener que ponernos de acuerdo o exigir que consideren nuestra perspectiva o deseos personales.

Para ponerse de acuerdo hay que escuchar con atención al otro y entender que la pareja para construir una relación madura debe aprender a entender que no siempre se podrán hacer las cosas de la forma en que desea. Es más, en alguna ocasión, tendrá que pactar puesto que no vive solo y su pareja tiene los mismos derechos de ser escuchado y atendido plenamente.

Una pareja que realmente desea hacer las cosas bien, se dará tiempo para perdonarse y arreglar las situaciones que de un modo u otro les afectan. No es que sean ingenuos al creer que no habrá problemas, pero, buscarán de manera honesta poner fin a incidentes que los separen como pareja. Intentarán de todos los modos posibles ponerse de acuerdo y perdonarse y buscar la reconciliación que les dará paz y creará el contexto para la armonía.

La relación de una pareja debe estar marcada por la alegría y el entusiasmo. Cuando esto falta, entonces, algo muy malo está pasando. Es un indicador de la necesidad de tomar decisiones radicales para averiguar la causa y buscar una solución que ponga punto final al asunto.