En una calurosa y sofocante noche de verano…Maruyama Ōkyo se despertó de un intranquilo sueño para contemplar a una muerta. Era joven, hermosa y pálida. De una lividez sobrenatural. Se podía atisbar su piel exangüe furtivamente entre los pliegues de su holgado kimono funerario de color blanco hueso. Su descolorida apariencia contrastaba con las estrechas hendiduras de sus ojos negros y el largo cabello azabache que colgaba desgreñado de sus hombros. No tenía pies.
-Zack Davisson
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