Su corazón recibió las enseñas que más necesitaba: la paciencia, que aprendió mediante lecciones tan dulces que era imposible no las asimilara; la caridad por todos, que un alma buena es siempre capaz de perdonar y olvidar cualquier afrenta; la lealtad hacia el deber, que hace más llevadera la tarea más dura y la fe sincera, que no conoce el miedo y confía sin albergar dudas.
-Louisa May Alcott
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