Entonces, una mano cálida y encallecida tomó la suya por debajo de la mesa. Volviéndose a mirar, Celaena descubrió que Chaol la contemplaba. El capitán esbozó una pequeña sonrisa y la joven supo que su propio caballero había comprendido. Celaena miró a su capitán y sonrió a su vez.
-Sarah J. Maas
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