Y de repente, Dayan necesitó sentir el contacto con sus labios, el roce de su piel, el calor de sus manos. Lo necesitó con tanta urgencia que creyó que moriría si no lo conseguía. Perdió la cabeza y la besó. Tan fantástico como fue el beso, fue igual de estúpido. Se le escapó una risita cansada. Tenía una erección de caballo y la mujer que la había provocado había salido huyendo de él como si fuese el rey del infierno. "(Dayan y Erienne).
-Alaine Scott
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