A primera la hora de la tarde, las calles de Puenteviejo bullían de actividad y de sonidos. Por encima de los gritos, por encima del ruido de los motores y de las máquinas de la constructora Collins Corp que copaba casi todas las obras de Horizonte, el sonido de un saxo voluptuoso acariciaba a los viandantes. Alguien tocaba escondido entre las estatuas de la plaza Mussart y su música alcanzaba todos los rincones del barrio.
-Karen Holmes
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