La tormenta que había estallado en su corazón amainó ligeramente. La penumbra y el frescor del interior, entre los imponentes muros de piedra, le hicieron sentir la trascendencia de la eternidad. Los problemas terrenales eran temporales, incluso los peores: ese era el mensaje que transmitía el templo a sus visitantes. El corazón volvió a latirle con normalidad.
-Ken Follett
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