Vin aceptó la mano, tratando con toda la gracia posible de sacar del carruaje la falda de encajes de su vestido. Mientras descendía con cuidado, tratando de no tropezar, agradeció la mano firme del criado y finalmente se dio cuenta de por qué se esperaba de los hombres que ayudaran a las mujeres a salir de los carruajes. No era una costumbre tonta después de todo: lo tonto era la ropa.
-Brandon Sanderson
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