La madre de Kim Ji-young fue sola a abortar. En modo alguno era su decisión, pero de cualquier modo era su responsabilidad. Y a su lado no había nadie para consolarla. Mientras aullaba como un animal que hubiera perdido a su cría ante una fiera, la ginecóloga le acarició las manos y le dijo: «Lo siento». Solo eso impidió que se volviera loca allí mismo.
-Cho Nam-Joo
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