Allí había adelfas de tonalidades nácar y morado que desprendían un aroma embriagador, dragonetas escondidas en los rincones más oscuros del jardín, cerebrines y sanguinarias. Muchas parecían inofensivas pero no lo eran. Ada James le había enseñado a desconfiar de cualquier planta, y más aún de las que venían como regalos de Camelia Blackburn o de su entorno.
-Karen Holmes
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