Lo acaballó en la hamaca por asalto y lo amordazó con las faldas de la chilaba que él llevaba puesta, hasta dejarlo exhausto. Entonces lo revivió con un ardor y una sabiduría que él no habría imaginado en los placeres desmirriados de sus amores solitarios, y lo despojó sin gloria de su virginidad. El había cumplido cincuenta y dos años y ella veintitrés, pero la diferencia de edades era la menos perniciosa.
-Gabriel García Márquez
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