A aquellas horas el parque estaba completamente desierto. La oscuridad aún era más densa que en Puenteviejo, los viejos faroles sólo iluminaban la zona de los bancos, pero los árboles formaban sombras fantasmagóricas sobre los pequeños caminos y recodos. El parque, que siempre le había parecido acogedor, ahora tenía un aire amenazador que erizaba el vello de sus brazos descubiertos. No había tenido tiempo de echarse un chal encima.
-Karen Holmes
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