Harry había cedido, como siempre, y guardado la guitarra en el armario, donde a partir de entonces solo acumularía polvo. Cuando a veces tomaba un par de copas de vino tinto, la sacaba y se ponía a rasguear. Pero los sonidos que en otro tiempo fueran para él una liberación, ahora le recordaban dolorosamente los sueños abandonados con demasiada celeridad. Su dominante madre le había educado para ser un perfecto conformista.
-Emanuel Bergmann
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