Pero lo que la princesa no sabía, es que aquel lago no era muy distinto a los demás lagos del reino. Que aquellas flores eran las mismas que rodeaban su castillo y que aquellos pájaros cantaban los mismos trinos en todos los lugares. La única diferencia era que, sin saberlo aún, la princesa se había enamorado del apuesto soldado que custodiaba su puerta, y que esta era la razón por lo que percibía las cosas de una forma distinta. (p. 239)
-Manuel Ramos Ramos
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