La libertad cuesta muy cara, y es necesario o resignarse a vivir sin ella o decidirse a comprarla por su precio.

¿Y para qué quieren ser libres si no saben ser libres? La libertad no es gracia que se recibe ni derecho que se conquista. Se es libre aunque se carezca de libertad. Los hierros y las cárceles no impiden que un hombre sea libre. La libertad de un hombre no es como la libertad de los pájaros que se satisface en el vaivén de un aroma. La libertad de un hombre está en su conciencia.

La libertad no es más que una quimera que solo se hace realidad cuando su cobijo no es otro que tu mente.

La verdadera libertad y autonomía consiste en que no dependa del otro que yo me sienta bien o libre, sino de mí mismo y lo que hago en mi relación con los demás y con el mundo.

Para llegar al sentimiento de libertad interior, se necesita espacio en abundancia y soledad.

La carencia misma de responsabilidad le producía sentimientos contradictorios: una sensación inusitada de libertad al mismo tiempo que una frustración inexplicable.

Las normas de los Libres, tan estrictas.

Creed que para ser libre basta con creer serlo.

Ciertamente, me encantaría vivir en un mundo donde la defensa de la libertad no convirtiera a nadie en un héroe, sino en un vulgar y corriente ciudadano; pero allí donde la libertad es sistemáticamente perseguida, vejada, estigmatizada y anulada, quienes se atreven a luchar por ella contra la corriente y contra los berreos del ganado, son sin duda héroes.

Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor